El filósofo y sociólogo esloveno Slavoj Zizek salta de idea en idea, con una verborrea inagotable. Se expresa con las manos, con el brazo entero, la boca y los párpados: animal discursivo, agitar antes de servir. Ya es una rara avis que un pensador esté de moda, pero lo cierto es que Zizek lo está, ya sea para los que le adoran, para los que le tienen por un personaje extravagante o para los que fantasean con dilapidarle en la plaza pública: qué inaudito, se le lee. O, al menos, se le escucha.
Hoy jueves se ha reunido con un pequeño grupo de periodistas en una sala del Museo Reina Sofía y lo mismo charloteaba sobre Tchaikovsky -y lo amado que era en la Unión Soviética a pesar de su condición de monárquico conservador- que sobre Taylor Swift, apoyándose también en la cultura popular para extender su palabra. Lady Gaga por un lado, y, al ratito, que Beckett sí, que Joyce no -”era un narcisista”- y que Platónov, exquisito. De Habermas a Los juegos del hambre. De Stephen Hawking a Black Mirror. De Pollock, ni hablar.

Primero, la pregunta obligada para un filósofo de izquierdas: ¿qué pasa con Podemos? Zizek responde con franqueza: “Fue maravilloso todo ese trabajo que hicieron construyendo redes en la sociedad civil. Ahí se hicieron fuertes y llegaron a ver el poder de cerca, pero se quedaron en el “¿qué hacemos?, ¿lo hacemos o no lo hacemos?”, lanza. “Yo les diría que se arriesgaran, pero que no abandonasen sus redes de la sociedad civil, o se convertirán en vieja izquierda. Que se arriesguen, que lo intenten, que se acerquen al poder, que fracasen de nuevo, que fracasen mejor. Por supuesto, es difícil, pero éste es el verdadero examen. Estoy harto de su irresponsabilidad narcisista. Sólo disfrutan siendo la oposición y la voz de la conciencia”.

Las máquinas controlan las mentes

Dice Zizek que no es pesimista, pero que tampoco quiere caer en el “optimismo estúpido”. Con todo, a pesar de su entusiasmo dialéctico, tiende a la lente apocalíptica, no por ello errática. “Black Mirror ya está aquí”, anuncia. “No es ninguna distopía, está ocurriendo ya. Las transfusiones de datos de Google a la Unión Europea… eso de que Kindle ya no sepa sólo los libros que buscas, sino todo lo que te gusta, todo lo que sigues. Es una sociedad de control”. Explica que estamos confundidos y que hemos olvidado que “la gran sabiduría humana no es saberlo todo, sino cómo simplificar”: “Eso no pueden hacerlo los ordenadores. Son estúpidos”.
Sostiene el filósofo que hoy las grandes preguntas metafísicas están en el tapete del debate social, porque la tecnología está erosionando el significado de “ser humano”. Aún no nos van a controlar, dice, pero sí nos están cambiando. Pone como ejemplo los videojuegos, que cambian la percepción del sujeto de sí mismo y alientan la “cultura de la inmortalidad” en la que vivimos.

Hasta la realidad no es la que era. “Hasta ahora hemos creído que la realidad estaba fuera, separada de nosotros, pero eso está cambiando: el cerebro puede conectarse con una máquina”. Aquí Hawking. “Él ya no necesita sus manos para manejar su computadora, lo hace directamente con su cerebro”. Pronto ni siquiera nos hará falta estudiar, ni leer, ni aprender nada. “Con un conector te puedes meter aquí la Historia de la Música”, dice, señalándose la sien. Hola, nueva era.
Ha mencionado las clínicas de los suburbios de Shangai a las que acuden parejas occidentales para seleccionar genéticamente a sus embriones y ha evocado lo que le dijo el responsable de la Academia de biogenética de China cuando lo conoció: “Me dio un folleto en el que ponía que su tarea era controlar el bienestar físico y, subrayando la palabra, mental de la gente. Pensé ‘Dios mío, ya lo están haciendo, el control de impulsos, la ansiedad”. Sociedad de control, bautiza Zizek. “Los ordenadores, si confías en ellos, van a decirte qué decisiones tienes que tomar sobre tu salud, tu tensión y hasta tu amor, si casarte o divorciarte, si votar a un partido u otro. Pero las máquinas no son neutrales. Dependen de quién las programe. Están manipuladas”.


Zizek.EFE

Bromea. “La CIA ya no tiene que hacerte nada violento, puede controlar tu cabeza. Tenemos que aplicar más que nunca la filosofía a nuestra vida”. Relata que esta sociedad de control, en la que los ciudadanos están vigilados constantemente, está creando una nueva distinción de clases, aún más feroz que la tradicional: los privilegiados y los esclavos. Esta clase, según dice, no sólo vendrá determinada socialmente, sino también biológicamente. Cita a Hollywood y películas como Elysium o series como Los juegos del hambre, que van en esta línea.

Trump, los refugiados y el comunismo 

Rechaza la “sentimentalización con el tema de los refugiados”: “No me gusta. Por supuesto que hay que ayudarles, por ejemplo, no poniendo a Le Pen en el poder, pero lo importante es cambiar la economía internacional. Si no hacemos eso, da igual cuánta ayuda humanitaria les prestemos”, alega. Lo mismo dice que “Trump hará que extrañemos a Bush” que tacha de “hipócrita” a la Unión Europea. “En la UE, por lo visto, no puede haber fábricas que contaminen el aire, pero se van a los países periféricos o a México para contaminar el suyo”.

Sigue siendo marxista, comenta, orgulloso. Aboga por un nuevo tipo de comunismo. “El capitalismo, tal y como lo conocemos, está llegando a sus límites, eso lo sabemos todos. Necesitamos grandes estructuras reguladoras para hacer frente al calentamiento global, la desertización, los refugiados, la biogenética”. No confía en los Estados, sino en entes burocráticos públicos en los que habría expertos pero también miembros seleccionados aleatoriamente, como en los jurados populares.
Persiste en la provocación, irredento: "La burocracia funciona mejor si se siente aterrorizada. Stalin tuvo una buena idea cuando se le ocurrió aterrorizar no sólo a la gente ordinaria sino también a los burócratas", proclama. "En mi Estado ideal, puedes ser un burócrata influyente, pero sabes que antes o después puedes perder la cabeza".