miércoles, 27 de diciembre de 2017

Luis Antonio de Villena


CLARICE LISPECTOR, RIMBAUD, JIM MORRISON

Amigo Villena, ¿usted para quién escribe? Es una pregunta que se hace a los poetas… Escribo para cualquier lector. Como Hörderlin “en tiempos de miseria”, busco salvar y explicar las cosas bellas -a veces raras, excéntricas- en medio de esta nueva Edad Media en la que estamos entrando, sin darnos cuenta. Y hoy le ha tocado el turno al corazón salvaje del muchacho Rimbaud -un fracasado en vida- a propósito de las biografías de dos personajes grandes que de modos distintos le tocan: Jim Morrison, mítico cantante y letrista de “The Doors” (esas puertas eran las de la percepción) aparece retratado por gentes que lo conocieron de cerca en “De aquí nadie sale vivo. La vida de Jim Morrison” (Capitán Swing) por Jerry Hopkins& Danny Sugerman, su representante artístico y un periodista que lo siguió desde sus inicios. Las biografías pueden, sucintamente, hacerse de dos modos, contando lo esencial de esa vida, reflexionando e imbricándose en ella, o entrando en todas las posibles minucias e investigando o indagando punto por punto. La de Hopkins y Sugerman sobre Morrison pertenece al primer estilo, por ello aunque publicada en inglés en 1985 no ha envejecido, porque no se detiene, por ejemplo, a precisar cómo le llegó la muerte a un barbado e hinchado Jim Morrison (1942-1971) en la bañera de un hotel de París, huyendo de su fama turbia, bella, disoluta y faltona y buscado por la justicia en EEUU. Un Jim que no era ya el bello muchacho de cabello largo y seducciones de rey lagarto, en las fotos imperecederas de 1967… Gran lector, poeta y buscapleitos, quería quemar la vida entre los libros de Nietzsche y los poemas ebrios de Rimbaud, y por eso no sólo había cantado “The end” (el final) sino que se había masturbado en público en un concierto por Florida, para disgusto del mundo puritano en ese momento gringo… Como dijo otro poeta enamorado de las imágenes y cada vez más meditabundo, Wallace Stevens, “el poeta es el sacerdote de lo invisible”, y para Morrison lo invisible -más cerca de Rimbaud y del surrealismo- era el magma de la vida, a cuya hondura hay que llegar aunque ello pueda significar destruirse, cosa que Jim jamás olvidaba. Ser poeta, transgredir, leer, fornicar, emborracharse, drogarse… ¿Hasta dónde? El aventurero nunca sabe hasta donde llega su aventura, que aún vive. Su cuerpo (nunca lo hubiera pensado) reposa en una tumba sencilla en el parisino e ilustre cementerio de Père Lachaise y a día de hoy sigue siendo una de las más visitadas en la necrópolis, junto a la de Oscar Wilde, otro personaje que amaba la vida y al fin la huía… “Sólo la muerte salva de la muerte”. ¿Quién lo dijo? Es aplicable a quien escribió “Light my fire”.  “Tienes que ir a ver a los Doors al Whiskey. El cantante está loco.” Ah, Clarice Lispector… la locura….
De muy otro signo (el segundo modo de hacer biografía, más distancia y puntillosidad) es “Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector” de Benjamin Moser, editada por Siruela. Clarice Lispector (1920-1977) parece desde fuera lo contrario a Jim Morrison, una mujer refinada y honda, de clara pasión altoburguesa. En realidad no dejó toda su vida de ser una atormentada. Es una de las escritoras más singulares de Brasil y de la lengua portuguesa. Hija de padres rusos que la concibieron y parieron en Ucrania, judíos en la pobreza de tiempos de revolución y pogromos, Clarice llegó a Brasil con apenas un año, se sintió siempre brasileña y repitió varias veces que no sabía una palabra de ruso. ¿Cómo no acercarla a la argentina Alejandra Pizarnik? El gran poeta Drummond de Andrade dijo: “Clarice Lispector procedía de un misterio/ y regresó a otro…” Ella misma: “Soy tan misteriosa que ni yo misma me entiendo.” Esa bella mujer, hija de una madre sifilítica en el pavor de aquella Ucrania, también venía de Rimbaud. Por eso su primera y una de sus mejores novelas se titula “Cerca del corazón salvaje” (1942) donde Joana, una de las protagonistas, es el volcán de vida animal, que palpita dentro de todo, incluso dentro de aquella mujer bella y lejana, que tampoco sabía para qué había venido. Buenas, terribles biografías. La vida es absurdo iluminado.    

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