viernes, 30 de junio de 2017

SANTIAGO SIERRA: “EL TRABAJO NO HACE LIBRE”

  • Santiago Sierra y Jorge GalindoLos encargados, 2012

El mundo “en diferencia” de Santiago Sierra (Madrid 1966) no sería tan exacto sin sus conversaciones, sus reflexiones, ese toma y daca donde imaginario, política y archivo se dan la mano. De ahí que Entrevistas, el excelente libro bilingüe que acaba de editar Pepitas de Calabaza en España, sea, para los que seguimos su obra desde hace años, de gran utilidad. No sólo por todo lo que el libro comunica (o dice o investiga o fotografía o disecciona) sino, por algo más simple, Entrevistas puede ser visto como una suerte de instalación, de proyecto en sí y contra sí. Y a partir de esta aparente contradicción es que queda en claro mucho del universo de Santiago Sierra, muchos de sus conceptos.
Carlos A. Aguilera: Una de las cosas que más me llama la atención en el volumen recién editado por Pepitas de Calabaza, es que alguien tan consciente de su propia “desterritorialización”, como se afirma en el prólogo, haya aceptado fijar en el “espacio cerrado de un libro” las reflexiones y dudas que movieron a cada acción en su momento. Esta aparente contradicción ¿era un objetivo desde el principio? ¿Qué se desterritorializa en un libro que, a su vez, es una escultura-en-sí y busca dejar en claro las ideas que hicieron posible cada uno de los eventos que vienes firmando desde principios de los 90?
Santiago Sierra: La “desterritorialización” de la que se habla en el prólogo no es una metáfora, es una realidad. Se refiere tanto al nomadismo de mi producción artística como a su contenido, a menudo apátrida y antipatriótico. Esto guarda relación tanto con las ideas libertarias como con mi origen español. El cuarentañismo franquista y luego el juancarlista hicieron que para muchos la idea de España y lo español sea una pesadilla vergonzosa. Hay toda una generación que lejos de extasiarse ante la bandera y su himno le dan auténticos picores y escozor mirarlos u oírlos.
Por otra parte, el objetivo del libro responde a la enorme demanda de entrevistas que he tenido a lo largo de mi carrera. Por el contenido a menudo perturbador de mi trabajo he debido dar muchas explicaciones, más de lo habitual en un artista de mi trayectoria. Sacar el libro era sacar a la luz lo que en mi caso es una ocupación habitual; responder entrevistas.
C. A. A: Mirando tu obra, más que situaciones “reales” veo conceptos, reflexiones, preguntas… Si tuvieras que elegir un concepto –o inscripción– que sirviera para pensar todo lo que has hecho hasta ahora, ¿cuál sería? 
S. S: Hacer arte es mi forma de relacionarme con el entorno. Es lo que hago e hice siempre. Es una conversación que me traigo con el mundo. Donde hago mis reclamos o donde declaro mis filias y fobias. Es real y factual pero no lo hace irreflexivo. Es todo junto. El ejercicio de síntesis que me pides podría ser resuelto con la palabra disidencia, tal vez eso sirva para explicar lo hecho hasta ahora: disentir.
El pasillo de la casa del pueblo, (2005)
C. A. A: Has trabajado en países que no se inscriben frontalmente dentro de la maquinaria ideológica del capitalismo: Cuba, China, Rumania (hay mucho aún del antiguo socialismo en la sociedad rumana), la frontera norcoreana. Para alguien en constante lucha con “la producción de realidad” que impulsa el capital, ¿cuán diferente le resultó la experiencia? Una obra como El pasillo de la casa del pueblo (2005), desarrollada en el monstruoso palacio construido por Ceaușescu en Bucarest, ¿puede leerse desde el mismo lugar en que se leen tus piezas creadas en México, Alemania, Estados Unidos?
S. S: Sí, porque no hay tanta diferencia. Ningún país ha abolido el trabajo remunerado, ni las prisiones, ni los ejércitos así que todos se parecen mucho. Tampoco se ha renunciado a la idea de líder o presidente al que obedecer, honrar y enriquecer. El poder popular horizontal sin líderes ni mesías no se ha presentado nunca sino como sucedáneo, coartada o directamente como estafa tanto en Corea del norte como en Corea del sur. Cambian las estúpidas leyes y poco más. Cambia la intensidad de la pesadilla generada por el estado y el capital que en algunos lugares es más insufrible que en otros. Las diferencias están en las fantasías nacionales y en la pertenencia o no a estructuras imperiales. España por ejemplo tiene bases militares estadounidenses y hasta una base naval británica. La independencia de España es una fantasía y cada nación tiene la suya porque el concepto mismo de nación es fantasioso. Lo de China, Rumania o Cuba como países ajenos a la maquinaria capitalista imagino que se trata de una broma. De la maquinaria capitalista no se escapa ni la Antártica.
C. A. A: Hablando de la Antártica… En esa especie de Zona Congelada que ha sido Cuba en sus últimos sesenta años, hiciste 10 personas remuneradas para masturbarse (2000), obra que más que por la realidad que muestra (“seguir al turista, dándole todo lo que pida”) llama la atención por el estereotipo donde se inserta: economía/sexo. ¿Qué le dicen los estereotipos a alguien tan habituado precisamente a obviarlos? ¿Es el sexo –el sexo por nada, como el que se puede obtener en algunos países–, una de las variantes del capital ideológico?
S. S: La puta y el soldado han sido empleados como arquetipos de la clase trabajadora. En la prostitución se aprecia claramente la cesión en el uso y disfrute del propio cuerpo, su renta en el mercado a cambio de dinero. Pero eso es común a todo trabajo. El descargador de camiones también ha cedido su cuerpo en beneficio ajeno, pero en la prostitución se ve más crudamente. Lo mismo pero de otra forma sucede con el soldado quien lo que cede es su moralidad y su libre albedrío, tal como lo hace cualquier empleado, solo que en el soldado esto llega al extremo de servir de asesino de masas a sueldo. Los trabajadores no son responsables, sólo hacen su trabajo como el soldado. En México nació un grupo fascista católico que luego se ha extendido por el mundo que se llama El Yunque, su lema es “Quien obedece nunca se equivoca”, buen consejo para un soldado.
En el caso de Cuba se pone de manifiesto otra realidad que Cuba comparte con muchos otros lugares. La brutal diferencia entre un salario cubano y uno de un país de los que llaman “desarrollado”. Un buen salario en cuba son 30 dólares mensuales que es lo que se gasta un turista en merendar. Con esta realidad sobre la mesa prostituirse parece más inteligente que ser obrero, es algo imparable.

“Convencer a la víctima de su culpa es de manual para cualquier abusador”

C. A. A: Hay dos reflexiones que me llaman la atención por lo efectivo en tu obra. La primera sería la de la ley, las reglas… En tus piezas generalmente hay reglas que hay que cumplir: códigos. La segunda, la de cierta “voluntad de venta” del ser humano. Es decir, alguien que siempre está presto por una cantidad equis a hacer cualquier cosa. Para alguien como tú que ha leído muy bien el despotismo de los estamentos capitalistas, ¿qué le dice o muestra este ponerse en venta (tan humano y “moderno” por otra parte)? 
S. S: Es una catástrofe. Porque en realidad si lo queremos describir en pocas palabras se trata de esclavos remunerados y es masivo y global. Una de las maneras de devenir esclavo en la antigua Roma era contraer una deuda, como hoy aunque no se diga. La gente hoy contrae deudas para estudiar, para pagarse un médico, para tener una vivienda, para todo. Arbeit macht frei. El trabajo no hace libre; no podemos estar de acuerdo con la frase con la que los nazis recibían a sus esclavos. Estoy por el nacimiento de una sociedad post esclavista donde cada uno sea libre de emplear su tiempo como guste.  En cuanto a las leyes y reglas, un hombre libre desobedece por principios y toma sus propias decisiones. Lo que muestro en mi trabajo es la libertad por su ausencia.
C. A. A: Hablando de esta “voluntad de venta”, hay una obra tuya desarrollada en Alemania en 2006 que ilustra muy bien esto que hablamos: Los castigados. Personas contra una pared en silencio y en un espacio público (curiosamente nadie parece extrañarse). ¿Quiénes son y quiénes eran los castigados? 
S. S: Eran alemanes nacidos y sido niños durante el nazismo. Se tragaron todos los bombazos del mundo y aun así se sienten culpables por ser alemanes. El poder siempre usa este truco después de los desastres. Los beneficios se privatizan y la culpa se socializa. Lo hemos visto hace poco durante la crisis que hizo a unos cuantos aún más ricos y a la gente empobrecida. Sin rubor, al populacho se le decía que ha vivido por encima de sus posibilidades. Convencer a la víctima de su culpa es de manual para cualquier abusador.
C. A. A: Escribes: ”Me parece importante colocar a la persona en una situación en la que la muerte también le pueda suceder. Ser posible víctima por unos instantes”. ¿Qué significa el ser-víctima y el ser-muerte en el imaginario de Santiago Sierra? ¿Víctima exactamente de quién?
S. S: Esa frase se refiere a 245 m³ donde inundé de humo de automóvil una antigua Sinagoga alemana. En esa ocasión hablábamos de la muerte industrializada y masiva practicada en Europa durante el nazismo, de la maldita guerra y del exterminio. Ante el fascismo todos somos víctimas posibles, todos podemos ponernos en el lugar de sus víctimas, desarrollar empatía. El fascismo en Europa fue un periodo histórico que ahora sigue con otros nombres y con más o menos disimulo. Pero se están quitando la máscara. Los ejércitos siguen matando en masa y cada vez lo hacen mejor. En Europa tenemos otra vez guerra, masas de refugiados, barreras, muros, perros policías y no está mal recordar cómo acabó la última vez que abrazamos la barbarie.
245 m³, 2006
C. A. A: Tal y como tú mismo reconoces hay piezas tuyas que han puesto en riesgo a algunas de las personas involucradas en el desarrollo de las mismas. ¿Qué le ofrece política y estéticamente el riesgo a tus obras? ¿Existe alguna conexión necesaria entre riesgo y terror en el momento en que das por buena algunas de las ideas que a posteriori se van a convertir en obra? 
S. S: No son mis obras directamente las que entrañan riesgos para mis colaboradores, es la reacción. En el mundo del arte no todo es libertad, hay quienes se ocupan de mantener el arte inocuo, decorativo y vacío. La disidencia a veces se paga mal. El riesgo es excitante y magnético. Cuando un proyecto me asusta me doy cuenta de que he llegado a la raíz del asunto. El miedo puede ser una brújula.
C. A. A: ¿Catalogarías ese paseo que realizan los cuadros de los hombres-estado por Madrid en Los encargados (2012) como una situación de terror?
S. S: Ciertamente los presidentes, reyes y demás lacras sociales dan miedo. Son los encargados de mantener el caos al que llaman orden social. Son las caras visibles de un poder basado en la propaganda y en las armas. Pero son eso, encargados, quien manda manda también sobre ellos, si nos sirve de consuelo.
 C. A. A: “La gente no debería salir e ir a manifestaciones, sino empezar a hacer las cosas por sí mismos, explorar las formas de autoorganización a todos los niveles y empezar a romper los lazos con el Estado: dejar de trabajar para el estado.” ¿Qué significa la autoorganización en un espacio, el occidental, donde la mayoría aspira a ser y tener exactamente “lo falso” que posee el otro (más allá de que puedan obtenerlo o no)?
S. S: No lo creo. La mayoría aspira a desarrollar sus vidas en libertad con sus necesidades cubiertas, solo que para ello acuden al lugar equivocado cayendo en todas las trampas imaginables. El sistema educativo amaestra al futuro esclavo. Los medios de comunicación mantienen su mente llena de contenidos inútiles. La religión hará que abandone todo intento de entender algo, y así con todo. Es raro y difícil intentar ser libre en un contexto así. Pero no hay que juzgar con tanta dureza a quienes cayeron en una trampa que ya estaba ahí preparada desde antes de que nacieran. Los caídos pueden levantarse mediante la autoorganización, la solidaridad y la ayuda mutua, puede vivirse de pie.
C. A. A: En un mundo donde el arte es en su gran mayoría banalidad, me sorprende que continúes colocando el concepto arte como la ecología donde inscribir tus vídeos, fotos, etc. ¿Existe aún el aura-arte?
S. S: Claro que existe y está en cada niño que nace.

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