miércoles, 11 de enero de 2017

Luis Alberto de Cuenca: "Algunos izquierdistas de hoy se parecen a los absolutistas"






Tan incorrecto, a su modo, es Luis Alberto de Cuenca, que a las nueve y media de la mañana ya está trajeado y de punta en blanco, en su piso -cueva ¿o baticueva?- del barrio de Salamanca, dispuesto a charlar con sonriente amabilidad y, a ser posible, erráticamente, con tal de encontrar asuntos divertidos y personales sobre los que tratar.
Nos rodean más de 30.000 libros, que se dice pronto, entre los cuales están los Esbozos pirrónicos, del griego y escéptico Sexto Empírico, libro que De Cuenca, miembro también de la Real Academia de la Historia y profesor de investigación del CSIC, me recomienda encarecidamente sin anestesia y sin haber tomado un segundo café. Durante la charla, de pronto se levanta, y veo que es para corregir la posición de un objeto -entre los innumerables que atestan la oscura habitación- que está torcido cinco metros más allá. Me río. "Es importante cuidar estas cosas", dice. Y nos reímos, aunque él se confiesa afligido por la fatal suerte de su "ídola", la princesa Leia. Eso no impedirá que, más tarde, tras declarar que no lee periódicos y que sólo se informa por el teletexto, reconozca no desdeñar un vistazo a las chicas fotografiadas en el As.

Sus respuestas a algunas preguntas del cuestionario parecen indicar que usted ve la situación actual de España con pesimismo. Mira que decir que el presente es nuestro peor hecho histórico... 
Es que no veo que haya ahora una empresa común a todos los españoles. Por ningún lado, ni a izquierda, ni a derecha, ni en el centro, veo un proyecto común sólido y estable. La Monarquía, tal vez sea el único referente. Vi el discurso del Rey y me gustó mucho... Pero, claro, es un referente borroso, en la medida en que no es común, muchos no lo aceptan. Y me horroriza que nuestra sociedad, como toda la occidental en su conjunto, esté bajo el yugo de la corrección política, que avanza frenéticamente y nos quita libertades en progresión geométrica. Nunca hemos tenido menos libertades que en el reino de la corrección política. 
No es poco, incluso es demasiado lo que dice. ¿Pero sólo por eso es tan lamentable el presente? 
Hombre, y si me permite, porque éste es mi presente. Pessoa decía eso de que como estoy mal en Lisboa, me voy a Sintra, y cuando esté en Sintra, pensaré que estaba mejor en Lisboa. El presente es malo porque vivo en él. No es que sea peor que hace 100 o 150 años, pero es lamentable porque lo estoy padeciendo yo ahora. 
¿Y qué pasado fue mejor? 
En mi peripecia biográfica, cualquier otro en el que no tuve los 65 años que tengo ahora y en el que tenía toda la vida por delante... 
Ya. Me refería al pasado de España... 
Me gusta mucho la reunión de los reinos peninsulares con los Reyes Católicos. Me parece un gran momento, en el que se aunaron esfuerzos de todos con un proyecto... También me gusta la España de Carlos III y Carlos IV, con los ministros ilustrados, con la luz abriéndose paso entre las tinieblas hasta que llegó el ominoso Fernando VII. Sin embargo, el XIX y el XX me gustan muy poco en general, excepción hecha del periodo que comenzó con la muerte de Franco, yo tenía 24 años, un momento hermoso, el de la Transición, con muchas ilusiones compartidas, con mucho que hacer en común. 
El proyecto común (más o menos) era entonces la democracia. Con la democracia establecida, parece que no resulta fácil encontrar un propósito para todos... 
La expectativa se ha cumplido, sí, pero no basta. Los americanos, los ingleses o los alemanes, con democracias más consolidadas que la nuestra, nos dan ejemplo, pese a las diferencias entre partidos, de que están embarcados en algo común. Se ve en los Juegos Olímpicos, por ejemplo, cuando sus deportistas ganan medallas, cómo sienten los colores, y no son unos fascistas... Aquí nadie siente nada, salvo cuatro o cinco que lo dicen, y algunos de ésos han nacido en Cuba o no sé dónde... El único país del mundo en el que la bandera no se puede exhibir y festejar con normalidad es el nuestro, porque se dice, mal dicho, que es patrimonio de un determinado color político, y eso es lamentable. 
Precisamente el deporte, en especial ante el televisor en ocasiones señaladas, sí parece ser una ilusión común de los españoles... 
Pero yo me acuerdo de que, en los Juegos de Barcelona, con el separatismo ya extendido -aunque menos que ahora-, en el estadio olímpico ondeaban muchas banderitas españolas en la final de fútbol, y supongo que muchas las llevaban catalanes... La gente quiere misiones comunes, aunque sea airear la pertenencia a una comunidad, lo cual es relativo, porque sólo pertenecemos a la comunidad humana. 
Al hablar de falta de proyecto, hemos terminado hablando del sentimiento de pertenencia. Volvamos al proyecto. ¿Mejorar la democracia?, ¿profundizar en los valores constitucionales?, ¿cuál?... 
La democracia, jurídicamente, está perfectamente estatuida y definida. Muchos de los que dicen que hay que profundizar en la democracia, cambiando ciertas reglas, lo que quieren es romperla... ¿Un proyecto? Estaría muy bien que nos implicáramos mucho más en la tribu hispánica, a la que pertenecemos y que incluye, por supuesto, a los portugueses. Camoens, el gran poeta, ya habló de las Españas. Tenemos que implicarnos más en la línea que ya viene de la Hispania romana, de Iberia... 
Veo que cita usted a Pessoa y a Camoens, a Iberia... ¿No será usted iberista? 
Totalmente iberista, por supuesto. Ahora somos dos estados, pero podía haber perfectamente uno sólo, con sus partes diferenciadas. La unidad política sería muy deseable, así piensan también más de un 30 % de los portugueses. Aquí no, aquí somos muy brutos e ignoramos a quienes tenemos al lado, les vemos como parientes pobres, y eso es un error monstruoso. Me interesa mucho la cultura portuguesa, es extraordinaria, en literatura y en todo. Y ni siquiera me gusta hablar de portugueses y españoles, todos somos hispánicos. 
Entonces, volviendo a lo de antes, ¿no es partidario de reformar la Constitución? 
Las constituciones se pueden reformar, no soy inmovilista, pero creo que no ha llegado el momento de reformar la nuestra. Y, menos aún, de reformarla para dinamitarla. 
Unos critican severamente la Transición. Otros dicen que abrió las mejores cuatro décadas de la historia de España. De ser esto último cierto, ¿cree que se está yendo al garete toda una época? 
No sé si se está yendo, pero tengo el temor de que se vaya al garete. Pero, en fin, creo que seremos capaces de reconstruir el espíritu que animó la Transición y que todo esto que estamos viviendo quedará en una pesadilla. 
Ahora le sale el optimista. Pero volvamos al pesimista. Dice en el cuestionario que el potencial de nuestro presente es escaso, tirando a nulo... 
Bueno, quizás el día en el que respondí al cuestionario había conocido una noticia desastrosa, todo se puede matizar... Creo que el buen espíritu volverá a brillar, que habrá otra vez entendimiento, como muy bien pedía el Rey en su discurso navideño. 
Y si, en verdad, el presente español tiene algún potencial, ¿dónde lo detecta usted? 
Pues, mire, en el terreno cultural y creativo, por ejemplo. En la literatura, en el cine, en el arte... Hay muy buen material para alumbrar otro Siglo de Oro, aunque decir esto quizás sea exagerado. En nuestro Siglo de Oro, no olvidemos, estábamos en total bancarrota económica, y, sin embargo, ahí estaban un Lope de Vega, un Calderón... Soy muy optimista con la cultura española. 
Le confieso que me había hecho a su pesimismo. Hasta los críticos dicen que sus últimas entregas poéticas, como Cuaderno de vacaciones (2014, Premio Nacional de Poesía) son más pesimistas e, incluso, nihilistas... 
Ja ja... nihilista, siempre. El nihilismo es una constante en mi poesía. En mis comienzos, a los 20 años, publiqué un cuadernito de poemas en Málaga -no me viene el nombre de la editorial, la cabeza ya no funciona igual-, que se titulaba precisamente Nihil. De todas maneras, si se lee bien Cuaderno de vacaciones, se verá que hay una mezcla de celebración y de un hundimiento. Samuel Beckett, que me interesa mucho y siempre vio todo horroroso, sólo ha habido uno, hombre. Pero cuando vas cumpliendo años, y los ataques de pánico son cada vez más frecuentes, pues...
Y dice que la cultura es el mayor potencial del presente español... 
Es que lo veo en mis viajes por medio mundo, que, por cierto, cada vez me apetecen menos... Veo que la cultura española no desmerece nada. Al contrario, incluyendo a los países más cercanos. La poesía francesa, por ejemplo, está sojuzgada todavía por una vanguardia aburridísima, muy antigua, que tuvo sentido cuando Breton, el surrealismo, el dadaísmo y todo eso. Otros están todavía con Whitman, con la cosa cósmica y bíblica, pero eso ya lo siguió Saint-John Perse. En Hispanoamérica tienen muy implantado, claro, el barroco. Yo postulo el clasicismo, y en España se está haciendo un neoclasicismo que, en el buen sentido, es mucho más moderno y audaz. 
Y cuando usted va, o iba, por esos países, ¿nota o notaba la presencia efectiva de la literatura, el cine, el arte o el teatro españoles? 
No, no tanto. Ahí sigue habiendo un déficit, no existe la proyección ideal que debería tener nuestra cultura por ahí afuera. Estamos muy encerrados, incluso en el ámbito hispánico, donde seguimos siendo demasiado impermeables entre países hermanos. Aunque, ojo, nosotros crecimos, por la censura franquista, leyendo libros editados en México y Argentina, y ahora, en esos países, los escasos que, como aquí, compran libros, compran libros de editoriales españolas. Pero no, no se compadece el nivel de nuestra creación cultural con el nivel de su difusión por ahí. 
Usted, liberal confeso, ocupó puestos de responsabilidad cultural en gobiernos del PP, en los que, sin duda, tuvo que reflexionar sobre el papel del Estado en el terreno de la cultura. ¿Cuáles fueron sus conclusiones?
Pues que el Estado debe apoyar los grandes contenedores culturales, subvenir a sus necesidades, y nunca suplantar a las iniciativas privadas. El Prado, la Biblioteca Nacional, el Reina Sofía, el Auditorio Nacional, el Teatro Real, el Centro Dramático Nacional, etc, etc. deben contar con el apoyo del Estado, pero siempre incentivados a que operen como empresas y procuren, con el Estado detrás, su autofinanciación. El Prado, de cuyos patronato y comisión permanente tengo el honor de formar parte, ha pasado de autofinanciarse al 45% a hacerlo al 75%, y eso está bien. 
Es pensamiento liberal puro, el suyo. Leí ese dato que me comenta en una conversación de Antonio Lucas con Miguel Zugaza, y el director saliente del Prado se dolía de ese esfuerzo de autofinanciación... 
Ja ja... sí, comprendo a Zugaza si me pongo en su lugar, el esfuerzo sobrehumano que ha hecho, en medio de una crisis económica que ha perjudicado al Prado, pero tiene que estar orgulloso, porque ése es el camino correcto, sobre todo cuando estemos hablando de un tiempo normal, neutro, no golpeado por la crisis. 
¿Y qué más tiene que hacer el Estado por la cultura? 
Pues velar por el patrimonio histórico-cultural. Eso es importantísimo. Según la Unesco, estamos entre los países a la cabeza del mundo en patrimonio, y, a veces, nos han clasificado por delante de Italia, lo cual, entre nosotros, me parece un poco excesivo. Nunca se gastará lo suficiente en el patrimonio. Hay, además, que crear conciencia de que lo antiguo no es "viejo". Aquí no hemos tenido respeto al pasado ni durante el franquismo, que parece que le pegaba. En vez de restaurar y reacondicionar, si se podía tirar algo antiguo se tiraba y, tan contentos, se hacía una cosa nueva. Eso es un error gravísimo de cara a la formación y al disfrute de las nuevas generaciones. ¿Ha visto usted restaurada la catedral de Burgos? Es impresionante, una maravilla, ha quedado inmaculada, es como volver al siglo XIII. Lo más importante que hemos hecho los europeos durante siglos son las catedrales, y hay que conservarlas en perfecto estado de revista. 
Usted no se corta a la hora de definirse como conservador, además de como liberal, en todos los sentidos... 
Yo soy conservador-liberal, sí, porque soy un tipo escéptico. Un conservador es alguien que se pregunta por las cosas dudando siempre. Dudar es fundamental. El viejo Borges, faro de mi vida en tantas cosas, decía algo así: "si acaso seré conservador solamente a fuer de escéptico". El antagonismo, al modo del XIX, entre conservadores y liberales ya no existe. El conservadurismo del XIX yo lo veo ahora en el pensamiento de alguna izquierda española, que continúa creyendo en dogmas y en verdades inmutables. Algunos izquierdistas de hoy se parecen a los absolutistas, incluso a los más inmovilistas que hubo en tiempos de Franco.

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