sábado, 5 de noviembre de 2016

El Aleph: 17 cuentos de Jorge Luis Borges que todos deberíamos leer (disponibles online)








Hoy 14 de junio se cumplen 30 años del fallecimiento del poeta, cuentista y ensayista Jorge Luis Borges, uno de los escritores argentinos más conocidos mundialmente. Como forma de recordar esta fecha tan especial, te proponemos conocer -o volver a leer- “El Aleph”, una de sus obras más representativas, invitándote a leer online los 17 cuentos que contiene este libro publicado en 1949.
Conseguí en Amazon "El Aleph", un clásico de la literatura y de Jorge Luis Borges 
La obra comienza con una historia titulada “El inmortal”, donde Borges narra la historia de un hombre que sufre el mal de la inmortalidad. “La casa de Asterión”, es un cuento de dos páginas que trata sobre el hijo de la reina encerrado en un laberinto. En “La otra muerte” aparece una carta, una noticia y una verdad por descubrir. En “La busca de Averroes” se cuenta la leyenda de un filósofo árabe que intenta encontrar algo, que sólo él entre los hombres, no es capaz de encontrar. Una pieza clave dentro de esta obra es “El Zahir”, donde se trata el infinito y lo inabarcable a través de la posesión de una moneda que lo puede conducir a la locura. “Los dos reyes y los dos laberintos” es un relato de treinta líneas que trata la rivalidad entre dos reyes y la competencia que existe por el poder.  “La espera” narra la historia de un hombre que se encuentra atormentado por su pasado. Por último, en “El Aleph”, otro de los cuentos destacados de este libro, el autor concentra temas típicos de él, como laberintos, búsqueda de conocimiento, azar, peligro, curiosidad y tiempo. 
De una manera simple y lineal, como generalmente escribía Borges, a través de esta obra llena de magia e imaginación al lector.
A continuación, te presentamos la lista de los 17 cuentos que componen a la obra “El Aleph”:
  1. El inmortal
  2. El muerto
  3. Los teólogos
  4. Historia del guerrero y la cautiva
  5. Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)
  6. Emma Zunz
  7. La casa de Asterión
  8. La otra muerte
  9. Deutsches Requiem
  10. La busca de Averroes
  11. El Zahir
  12. La escritura del Dios
  13. Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto
  14. Los dos reyes y los dos laberintos
  15. La Espera
  16. El hombre en el umbral
  17. El Aleph

Consejo de Borges para amar la lectura:
Jorge Luis Borges decía que una persona no debía leer los clásicos porque son clásicos. También afirmaba que si un libro te aburría no se debía hacer un esfuerzo para que nos gustara, por el contrario, simplemente debíamos dejar esa lectura y leer otro cuento.
“El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta “el modo imperativo”. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz", (Jorge Luis Borges).

viernes, 4 de noviembre de 2016

Fray Luis de León_Qué descansada vida



¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
 Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
 No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
 ¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?
 ¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
 Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
 Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
 Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
 Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
 Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
 Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
 El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.
 Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
 La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
 A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
 Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
 A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

ARCADIA LITERARIA (263): Luis Goytisolo sobre Dante


Desde la poesía provenzal a las andanzas del Arcipreste o de Villon, la literatura gana en interés en la medida en que se afirma frente al único negocio que oficialmente debía regir la vida de todo cristiano: salvar el alma. En este sentido, la figura de Dante destaca sobre cualquier otra. Su empeño no podía ser más ambicioso: escribir en lengua romance una epopeya como las del mundo clásico; situar en un mismo plano –igualados por la muerte– a héroes de la Antigüedad y a contemporáneos suyos; modificar el paso en función del premio o el castigo recibidos por el alma después de la muerte; introducir en una sola imagen, que incluye el universo, el cielo y el infierno, al Creador de todo ello y a sí mismo, el creador de la obra. Una osadía que, por su propia naturaleza, contribuye decisivamente a que se abran los resignados horizontes de la época. Boccacio y Petrarca suponen también, cada uno a su modo, el rechazo de tanta pobreza de miras. Pero la Divina Comedia, por sí sola, anuncia el final de esos mil años de infelicidad que para el mundo significó la Edad Media.


LUIS GOYTISOLO, Diario de 360º, Siruela, Madrid, 2010, pág. 36 





martes, 1 de noviembre de 2016

E.M.Cioran.