domingo, 10 de julio de 2016

No logramos sentirnos como en casa en el mundo, Orhan Pamuk


Orhan Pamuk por Stanislav Krupař
T

anto leer como escribir una novela nos obligan a integrar todo el material que procede de la vida y de nuestra imaginación –el tema, la historia, los protagonistas y los detalles de nuestro mundo personal- con esa luz y ese centro. La ambigüedad de su ubicación nunca es mala; al contrario, es una cualidad que los lectores pedimos, ya que si el centro es demasiado obvio y la luz demasiado intensa, el significado de la novela se revela de inmediato y la lectura deviene algo repetitivo. Al leer novelas de género –ciencia ficción, policíacas, de fantasía, románticas- nunca nos planteamos lo que se preguntó Borges cuando leía Moby Dick: ¿cuál es el verdadero tema?, ¿dónde está el centro? El centro de estas novelas está en el mismo lugar donde lo encontramos en ocasiones anteriores, cuando leíamos otras novelas del mismo tipo. Solo difieren las aventuras, el entorno, los personajes principales y los asesinos. En la novela de género, el tema profundo que la narración debe insinuar de forma estructural no cambia de un libro a otro. Aparte de la obra de unos cuantos escritores creativos como Stanislaw Lem y Philip K. Dick en ciencia ficción, Patricia Highsmith en los thrillers y las novelas de misterio, y John Le Carré en la ficción de espionaje, las novelas de género no despiertan en nosotros la necesidad de buscar un centro. Por este motivo los escritores de tales novelas añaden un nuevo elemento de suspense e intriga a su historia cada pocas páginas. Por otra parte, como no nos consume el esfuerzo constante de plantear preguntas básicas sobre el significado de la vida, nos sentimos cómodos y seguros cuando leemos novelas de género.
De hecho, el motivo por el que leemos tales novelas es para sentir la paz y la seguridad de estar en casa, donde todo nos resulta familiar y se encuentra en el lugar habitual. El motivo por el que acudimos a las novelas literarias, a las grandes obras, donde buscamos una guía y una sabiduría que puedan aportar algo de significado sobre la vida, es que no logramos sentirnos como en casa en el mundo. Realizar esta afirmación es establecer, como hace Schiller, una relación entre un estado psicológico y una forma literaria. El hombre moderno lee y necesita novelas para sentirse como en casa en el mundo, porque su relación con el universo en el que vive se ha visto dañada; y en este sentido, ha efectuado la transición de la ingenuidad al sentimentalismo. Por motivos psicológicos, cuando yo era joven sentía la imperiosa necesidad de leer novelas, así como obras de metafísica, filosofía y religión. Nunca olvidaré las novelas que leí entre los veinte y treinta años, en las que buscaba con frenesí su centro, como si fuera una cuestión de vida o muerte. No solo porque buscaba el significado de la vida, sino también porque estaba forjando y puliendo mi visión del mundo, mi sensibilidad ética, utilizando la perspicacia que encontré en novelas de maestros como Tolstói, Stendhal, Proust, Mann, Dostoievski y Woolf.
Orhan Pamuk

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