martes, 26 de julio de 2016

Luis Francisco Perez




Es posible que yo jamás hubiera leído ninguna novela de Juan Antonio de Zunzunegui de no haber sido porque Fernando Fernán Gómez adaptó al cine una de ellas, "El mundo sigue", logrando su película más "maldita" y desde luego una de las mejores. Esta que aquí aparece la he leído en estas vacaciones recomendada por Armando Montesinos y creo recordar que también por José Manuel Costa. Me he quedado de piedra. No me esperaba una cosa tan tremenda. Que en los años sesenta se publicara una novela ambientada en la posguerra y entre los vencedores de la guerra civil, en el selecto barrio de Salamanca de Madrid, y que el personaje principal sea una Baronesa más delincuente que baronesa, traficante de morfina "para los viciosos y necesitados por el dolor", y estraperlista de todo en años de miseria económica y podredumbre moral, organizadora de timbas clandestinas de póker en los nobles pisos de la calle Jorge Juan donde despluman a "paletos ricos que vienen a Madrid para conocer mundo", celestina de "chicas bien y necesitadas" y brutal con aquellas que se niegan a seguir sus consignas, y que también viva su lesbianismo con gran soltura y desparpajo es todo unido, hay que reconocerlo, bastante inaudito para esos años. Zunzunegui, autor de una obra narrativa descomunal y ahora injustamente olvidada, y que yo calificaría de "neorrealista" en su sentido cinematográfico, fue un falangista de primera hora, fiel y entregado, pero con los años se fue desenamorando. Hasta el punto que a partir de los sesenta fue declarado desafecto al Régimen, si bien no públicamente, y sus novelas se fueron haciendo más y más críticas con el sistema. No es que hablara en ellas "de política", pero utilizaba una implacable denuncia de las "virtudes públicas, vicios privados" que existían entre los vencedores de la contienda y en los barrios más privilegiados. De innegable y folletinesca estirpe barojiana pero utilizando un lenguaje más rico y cuidado que el de Don Pío, Zunzunegui, burgués vasco de Portugalete y Madrid, merece ser recuperado. Sus novelas hay que buscarlas en Iberlibro y en las librerías de viejo, pues están casi todas descatalogadas. Sin duda leeré algunas más. La próxima vez que vea a Álex de la Iglesia, bilbaíno madrileño como él (ya se sabe que los de Bilbao nacen donde quieren), le diré que en esta novela tiene un material impresionante para una futura película suya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario