miércoles, 8 de junio de 2016

KAWABATA, EXÓTICA MODERNIDAD_Luis Antonio de Villena


(Este artículo se publicó en el suplemento literario de El Norte de Castilla)
Yasunari Kawabata. “La bailarina de Izu”.  Trad. María Martoccia. Seix-Barral, Barcelona, 2016.  236 págs.
Cuando en 1968 se le dio el Premio Nobel (por primera vez a un japonés) la mayoría _visd_0000JPG01TS6descubrimos a un autor que desgraciadamente traducido del inglés -sigue siendo hoy el peor defecto de esta edición- parecía difícil situarlo.  Kawabata ya no era joven o él no se lo sentía  -tenía 69 años- y en gran parte su obra se basaba en la tradición japonesa, pero pocos supieron decir (de ahí la fascinación de Mishima) que había sido uno de los grandes renovadores estilísticos y formales de la literatura japonesa desde los años 20, con novelas como “La pandilla de Asakusa” cuyo protagonista en verdad es ese barrio tokiota, o esta colección de cuentos o relatos, “La bailarina de Izu” –toma el nombre del primer texto y uno de los más sugestivos- que se publicó en  1925. Interesado en la manera de contar (en este libro hay relatos tan breves que prácticamente35C758184son leves estampas)  al tiempo Yasunari creía en la gran cultura tradicional del Japón que sintió herida tras la derrota del país en 1945. A partir de ese momento Kawabata se cierra en una sugestiva y feraz melancolía.  Mishima (que lo tenía por maestro) se suicidó como es bien sabido  a fines de 1970 y beautysad-splshapenas dos años después lo hizo Kawabata de un modo –dejando abierto el gas- menos violento.bellasdurmientes
Todo el conjunto de “La bailarina de Izu” refleja un modo distinto de narrar, sin embargo casi todos los relatos (con bastante fondo autobiográfico) se sitúan en un mundo aún del Japón tradicional, como ese grupo de actores itinerantes que recorren la península de Izu, que recorre  asimismo un joven estudiante de veinte años, en quien es fácil adivinar al propio Kawabata, y que se une a ellos en el relato inicial que titula el libro. Muy pronto se fija en una muchachita muy bella, a veces maquillada, que se inicia como actriz bailando. No tiene más de dieciséis años y ambos –que se observan- comprenden que no ocurrirá nada, pero el relato se entreteje en una refinada combinación de situaciones, que resaltan en silencio belleza y erotismo. Es ya el mundo de las adolescentes sobre el que KawabataYasunariKawabata compondrá esa espléndida novelita que es “La posada de las bellas durmientes”. Un gran alarde de refinamiento y de técnica, como aparece –en un ámbito muy distinto- en  “Diario de mi decimosexto año”,  que el autor dice haber reelaborado cuando tenía 27 y que cuenta con un raro sosiego desesperado, la vida del muchacho –de nuevo lo autobiográfico- que va perdiendo  desde sus padres a su abuelo ciego a todos sus familiares directos.  Los muchos y muy breves relatitos de la segunda parte (con apenas un mínimo esbozo argumental) son una sinfonía de matices líricos, muy novedosa en la prosa japonesa del momento.  Para muchos, tantos años después, todo un descubrimiento. Insisto en la traducción, pese a que (desdekawabata1 (1)el inglés) esté cuidada. Habiendo ya una notable escuela de niponólogos en España, resulta pobre y malo que una editorial como Seix-Barral siga acudiendo a la traducción de otra traducción. Bueno, Yasunari…

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