jueves, 18 de febrero de 2016

TANIZAKI, FLORES PERVERSAS_Luis Antonio de Villena


Suele decirse –pero los tópicos salen de una verdad- que los tres grandes escritores japoneses del siglo XX, fueron Junichiro Tanizaki, Yasunari Kawabata (Premio Nobel en 1968) y claro el controvertido pero espectacular Yukio Mishima. Los tres tienen rasgos en común y uno que importa: amaron la literatura e incluso la moda occidental en su juventud y luego con la modernidad –o esa modernidad- aprendida, se sintieron tentados por la propia y rica tradición nipona que supieron renovar de modo muy singular y significativo. Fueron modernos tradicionales y ese exotismo los ha hecho curiosamente más buscados por el público occidental. Junichiro Tanizaki  (1886-1965) fue un hombre refinado con una juventud escandalosa. Es claramente un decadente en la línea que puso de moda el simbolismo francés, pero lo es al modo del Japón incluso en uno de sus relatos más antiguos, “Tatuaje” que parece responder a una moda de hoy por cierto muy antigua allí. El tatuador dibuja una araña en la espalda de la muchacha hermosa que la simboliza en brillo y movimiento. El comienzo nos despista y nos sitúa: “Esta historia aconteció cuando la sociedad gozaba de la insigne virtud de la frivolidad”.  Un pintor enamorado de una mendiga, alguien que descubre el fetichismo de los pies en una jovencita  (“Los pies de Fumiko”), un hombre demasiado guapo y seductor,  un loco que visita a un célebre doctor de noche… Alfaguara ha publicado –bajo la batuta sabia de Carlos Rubio- una variada colección de cuentos de Tanizaki con el título      – el único error del estupendo conjunto- de “Cuentos de amor”.  ¿Cómo caer en ese título vulgar cuando todo o casi todo el texto se tiñe de extravagancias? Leemos: “unos pies como joyas” y antes “llevar una vida decadente y pervertida”. Son sólo dos frases pero significativas de un volumen magnífico que pide otro título con más “vicio”.
Hace bastantes años –en 1968- Seix Barral publicó otra antología de relatos de Tanizaki (coinciden dos o tres) con más acierto en el título pese a Villiers, “Cuentos crueles”. Los cuentos tenían a dos traductores conocidos como escritores,  Jesús López Pacheco y Ángel Crespo, pero (oh pobreza de aquel tiempo nuestro) aquellos relatos estaban traducidos del inglés. Ahora no, la traducción es buena y como se debe se ha hecho desde el japonés, ya no es tolerable otra cosa.  “Crueles” no son todos los cuentos pero la palabra sitúa al texto –muy japonés- cerca del mundo baudelairiano. “Amor” me pregunto si existe en los cuentos tal como lo entienden novios y familias. Creo que no. No en balde se alude a un clásico del sexo maldito, la “Psycopathiasexualis” de Richard von Krafft-Ebing.  Y a ratos parece que el refinamiento de la cultura oriental hace todo más asumible, mientras que otras veces lo resalta.  Como sea, el lector (más allá de los  once hermosos relatos) va a
descubrir si no lo conocía a un grande, este refinado Tanizaki que apenas salió de Japón (sólo visitó Shangai) pero que dominó el mundo nuevo y el antiguo en un brebaje cautivador. A él se debe además una versión en japonés moderno del famoso “Relato de Genji” de la señora Murasaki Shikibu. Tanizaki da cien vueltas al archisabido Murakami…

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