sábado, 25 de abril de 2015

Andrés Trapiello: «“El Quijote” es el libro que más fracasos de lectura acumula»





El próximo mes de junio, Andrés Trapiello sacará una edición de «El Quijote» insólita hasta ahora en nuestra lengua. Un «Quijote» adaptado al castellano actual, para que todos lectores, sin excusa, lo puedan leer y lo puedan comprender. El escritor ha abordado el canon cervantista desde la novela, con dos títulos aplaudidos por la crítica y respaldados por los lectores –«Al morir don Quijote» y el reciente «El final de Sancho Panza y otras suertes»– y desde el ensayo, con «La vidas de Miguel de Cervantes». Dos vertientes diferentes para abordar a un autor y a una obra que le han ayudado a conocer las dificultades y los escollos que supone para el lector corriente adentrarse en la biografía del autor y el conocimiento de este libro. El novelista, por eso, comenta cómo deben enseñarse las aventuras del Caballero de la Triste Figura en la escuela y cómo deberíamos celebrar la memoria de su creador en un día señalado como el de hoy.
–Usted se ha especializado en Cervantes y su obra. ¿Cuál cree que sería el mejor homenaje a su memoria? ¿Cómo considera que debería celebrarse el Día del Libro?
–No soy experto en nada. Bueno, sí, un poco en el Rastro y en cosas viejas y descacharradas y en las vidas a juego con eso. Les diría que leyeran el prólogo del «Persiles». Es breve. Se entiende muy bien. Lo escribió unos días antes de su muerte y es acaso una de las páginas más hermosas de toda la literatura universal. La prueba de que Cervantes, como decía Nietzsche, y teniendo motivos para ello, jamás levantó un falso testimonio contra la vida.
–¿Cómo vive los días previos a la publicación de su versión de «El Quijote» ante la expectación que ya ha levantado la noticia?
–Con curiosidad, y personalmente, con ilusión. Me he pasado la vida haciendo libros, escribiendo los míos, editando los de otros, y a veces escribiendo y editando los míos. Es lo que ocurre con este «Quijote». Lo he traducido y los editores, muy generosos, han permitido incluso que me ocupara de las cuestiones tipográficas, en las que ha colaborado también, como hace en otros muchos de los que hago, Alfonso Meléndez. Es nuestro primer «Quijote». Usted sabe que la ilusión de todo editor, tipógrafo e impresor es hacer en algún momento de su vida algunos libros, como los ocho mil de la literatura: la «Biblia», la «Ilíada», «El Quijote»... Libros para dos o tres generaciones. Hemos hecho un libro en cuarto, encuadernado en tela, en un solo tomo, en papel biblia y con tipos Minion, que es una letra de la familia de las Garamond, muy agradecida, muy bonita además. En fin, como dicen en Castilla, y dice Cervantes, «no se me cuece el pan». Es normal. Han sido quince años de trabajo. Todos los que han pasado por algo parecido conocen esa sensación de espera y de ligera zozobra. Esto por lo que se refiere al aspecto formal; en cuanto al modo en que será recibido, con curiosidad. ¿Lo recibirán con simpatía? La mayor parte de los lectores creo que sí, sinceramente. Y muchos, tal vez, con gratitud. Al fin podrán leer «El Quijote» en su lengua.
–Usted ha empleado un castellano clásico en «Al morir don Quijote» y «El final de Sancho Panza y otras suertes», que acaba de publicar. Ahora, aborda «El Quijote» con un castellano actual. ¿Cuál ha sido el principal reto en ambos lenguajes?
–El clásico que usted dice de mis novelas es más o menos el mismo que se emplea en esta traducción. No varía mucho. No tendría sentido si no. Un castellano o español comprensible, pero no rebajado, respetuoso y buscando la misma música del original. Por suerte, nuestro castellano no está tan lejos del de Cervantes como lo está el griego actual del de Homero. La idea de traducir «El Quijote» surgió cuando empecé a escribir «Al morir don Quijote», y ha seguido siendo así en la redacción de «El final de Sancho». Por las mañanas escribía esas novelas y por la tarde traducía. Teniendo presente siempre el hecho de que «El Quijote» es un libro más hablado que escrito, aunque en la actualidad se nos hubiera convertido en un libro más estudiado que leído, precisamente por haberse alejado tanto nuestra habla de la del siglo XVI.
–En «El final de Sancho Panza», el escudero cruza a las Indias. ¿Por qué? ¿España se les ha quedado pequeña?
–Tras haber conocido a don Quijote, se les ha quedado pequeña su vida. Muerto don Quijote, su sobrina y el ama, con la hacienda diezmada por las locuras de su tío, quedan en una mala posición. El bachiller Carrasco, al que tira más la vida aventurera y literaria que la eclesiástica, como hemos visto en el Quijote, y con una mala relación con su padre, quiere probar fortuna, como quiso el mismo Cervantes y tantos españoles, y pasar a las Indias, y Sancho, que sabe ya que la fortuna es de los audaces, no se quiere quedar atrás en su existencia de gañán, y se emplea con el bachiller. Qué mejor lugar que las Indias. Pero pasar a las Indias no es sencillo, y hasta lograrlo conocerán muchos infortunios.
–¿Cree que los personajes de «El Quijote» han superado en fama a su autor?
–La fama del Quijote, del libro, condiciona al propio don Quijote, como vemos. La segunda parte del Quijote, cuya aparición celebramos este año, es consecuencia de eso. El éxito que tuvo la primera parte de 1605 permitió a Cervantes un alarde narrativo que marcaría para siempre el género de las novelas, e hizo que don Quijote, ente de ficción, se leyera a sí mismo en un libro real. Durante la segunda parte, por donde quiera que va el caballero, se encontrará con gentes que saben ya de su existencia por ese libro y querrán pulsar por su propia mano la exactitud de lo que se dice en él. Digamos que en la segunda parte son todos los demás los que enloquecen, queriendo hacer que don Quijote cometa nuevas locuras, por reírse de él. En la primera parte don Quijote se tropieza con unos molinos de viento, que acomete creyendo que son gigantes. En la segunda, todos tratan de fabricárselos, para ver si pica. Ni que decir tiene que en esa segunda parte quienes a menudo son más cuerdos son los dos personajes, el caballero y el escudero, sin contar que tras pasar por la experiencia de los duques, don Quijote es cada vez más Sancho y Sancho cada vez más don Quijote.
–¿Cuál es el motivo de que haya resistido como «best seller» y como gran clásico de las letras castellanas durante 400 años?
–En cada época lo ha sido por razones distintas, pero hay una que es común a todas las épocas. Al principio, hasta el siglo XVIII, se apreciaban de él sus grandes virtudes cómicas. El XIX empieza a pensar que bajo esas risas hay muchas veras, y descubre el arrojo romántico de don Quijote, su amor por la libertad y la justicia, y su denuedo en defenderlas. El XX, el del abatimiento nacional tras las derrotas coloniales, el regeneracionismo halló en don Quijote un ejemplo de tesón y dignidad, en el caso de Unamuno, y ejemplo de liberalidad en el de Ortega o Azaña. Así que cada época ve «lo suyo» en él. Pero lo que ha seducido de «El Quijote» en tantas gentes de todas las épocas es propiamente la mirada de Cervantes, compasiva, inteligente, socarrona, jovial, bienhumorada, generosa, sin el menor resentimiento, sin queja nunca. Lo que le pedimos todos al mejor amigo.
–¿Cómo resiste el lenguaje de «El Quijote» respecto a otras obras escritas en su época? ¿Ha envejecido mejor o peor que otras?
–Las obras de Cervantes nacen de su vida errante, del conocimiento del habla, de su trato indiscriminado con las gentes. Me gusta repetir siempre dos aforismos para explicar su milagro. Porque Cervantes es un milagro, es decir un caso único. Él decía en «El amante liberal»: «Lo que se sabe sentir, se sabe decir». Y JRJ aquello de que «Quien escribe como se habla llega en lo porvenir y será más hablado que quien escribe como se escribe». Es lo que ha venido a suceder con Cervantes. Dijo en todo momento lo que sentía, y lo dijo como lo hubiera hablado. Pero no era un caso único. Al propio Cervantes le gustaba esa literatura sentida y hablaba, más que la culta, que, por cierto, conocía también muy bien. Le gustaba «El Lazarillo», le gustaba Santa Teresa, probablemente la aparición del Guzmán de Alfarache fue un acicate para que escribiera su «Quijote», y conocía también las vidas de otros muchos, que proliferaron en su tiempo, cautivos, soldados, aventureros que escribían y publicaban sus libros contando sus vidas. Cuando nosotros leemos esa literatura, crónicas, cartas, informaciones, toda esa literatura que está más cerca de la vida que de la literatura, sean las de Bernal Díaz del Castillo, la vida y las cartas de Santa Teresa o las maravillosas cartas de indianos que se conservan en el Archivo de Indias, vemos que Cervantes participa de todo eso. Pero además él nos da eso otro, lo cervantino, muy difícil de explicar pero muy perceptible, muy palpable.
–Usted, que ha relatado el final de Sancho Panza, ¿cómo ha observado el final de la búsqueda del cuerpo de Cervantes? ¿Cuál es su impresión?
–Inevitable. Estaba cantado que en algún momento a un alcalde o a un presidente de la cámara de comercio de distrito se le ocurriría. Ellos no quieren preguntarse por qué Cervantes ha permanecido cuatrocientos años en una fosa común. Buscan rentabilidades a corto plazo. Lo probable era que no encontraran nada. Ahora, si hubieran encontrado sus huesos, lo propio es que todos los hubiéramos honrado de una u otra manera. Pero no han encontrado nada, pese a lo cual parecen empeñados en hacer como que sí. De aquí a unos años, todos creerán lo contrario, que Cervantes está ahí, que Cervantes son esas esquirlas anónimas que apenas dan para un relicario. ¿Quién duda hoy que los restos que están en Compostela no sean los de Santiago? Y no por ello vamos a desmontar la catedral de Santiago.
–¿Los niños deben leer «El Quijote» en la escuela?
–Es una vieja polémica. Ortega desaconsejaba su lectura a los niños, por creer que don Quijote era un modelo que los desmoralizaba. El problema hoy es de otra naturaleza. Si se lo leyéramos tal cual, lo probable es que no entendieran una sola palabra no ya ellos, sino los profesores y maestros. ¿Sabe cuántas notas, sin la mayor parte de las cuales el Quijote no se entiende, tiene la edición de bolsillo de Rico? Más de cinco mil quinientas. Algunos dicen que por el contexto se saca el sentido. En absoluto. Ahora, hay gente que prefiere leer «El Quijote» por emanación, oliéndolo, por aproximación, con imaginación, por figuraciones, figurándose lo que querrá decir.
–¿Cómo hay que enseñarlo?
–Hay que empezar contándolo como un cuento, como una leyenda. Hablando de lo que representa, de su valores, de la generosidad de don Quijote, de su enseña, «con los débiles siempre», frente a los abusos de los poderosos. Viendo películas. La serie de dibujos animados de TVE era extraordinaria. Yo la vi con mis hijos, a los que entusiasmaba. Y luego, en una edad adulta, quizá venga la lectura. Claro que entonces le espera, o le esperaba hasta ahora, un libro difícil, que le costaba seguir, porque lo comprendía con dificultad.
–Antes, hace bastante, «El Quijote» se leía sin problemas entre los jóvenes. Ahora existen ediciones escolares. ¿Qué ha pasado para que suceda eso?
–Siempre hubo ediciones escolares. Yo mismo compré una. Mi primer libro. Una edición de editorial Vives, con algunas ilustraciones de Doré, con un glosario, con viñetas para explicar qué era un morrión o un ferreruelo. Y deben seguir haciéndose. Pero el problema que teníamos tanto con esas como con otras es que la gente no las entendía del todo. Obligábamos a leer no solo a los chicos sino a los adultos un libro en una lengua, el castellano del siglo XVI, que ni hablamos ni entendemos a veces cuando la leemos. Al contrario de lo que les sucede a los lectores de «El Quijote» alemanes o franceses, que pueden leerlo en su alemán o en su francés del siglo XXI.
–Hay adaptaciones para estudiantes de «El Quijote». Su versión podría imponerse a ellas. Incluso al propio Quijote. ¿Qué opina?
–Las adaptaciones, co-mo decía, consistían en cortar, suprimir pasajes postizos (las novelas que Cervantes embuchó en el Quijote sin venir a cuento), pero no tocaban el lenguaje, el verdadero escollo, los hipérbatos, las palabras desusadas y refranes ininteligibles incluso para personas muy cultas. El chico leía menos Quijote, sí, pero entendía lo mismo que los que trataban de leerlo completo: poco o nada. Por eso «El Quijote» es el libro que más fracasos de lectura acumula. Miles de lectores, incluso buenos y cultivados lectores, a quienes su lectura, con todos esos miles de notas, abruma hasta la extenuación. La mayoría, al llegar al episodio de los molinos, desarbolados como don Quijote, se dicen: hasta aquí hemos llegado.

viernes, 24 de abril de 2015

Goytisolo: "Los contaminados por Cervantes no nos resignamos a la injusticia"

La muerte: un amanecer Elisabeth Kübler-Ross





Las experiencias científicas de la doctora Kübler-Ross, permiten confirma que la muerte es un pasaje hacia otra forma de vida. Nos hace comprender que la experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento, puesto que se trata del inicio de otra existencia, el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo y oyendo, comprendiendo y riendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar el crecimiento espiritual.Gracias a ella sabemos que una luz brilla al final, y que a medida que nos aproximamos a esa luz, más blanca, de una claridad absoluta, nos sentimos llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que podamos imaginar.






jueves, 23 de abril de 2015

Discurso completo de Juan Goytisolo en el Premio Cervantes 2014







Discurso completo de Juan Goytisolo en el Premio Cervantes 2014

A LA LLANA Y SIN RODEOS En términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta y si, como sucede a veces, la adicción le procura beneficios materiales, pasa de la categoría de adicto a la de camello o revendedor. Llamaré ...

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miércoles, 22 de abril de 2015

Pessoa desasosegado pero en orden


Fernando Pessoa y su galaxia de heterónimos, dibujados por Fernando Vicente.

 “Es el único escritor muerto que publica más que escritores vivos; un milagro, un emblema de la modernidad”. El entusiasmo procede de Antonio Sáez Delgado, traductor de la nueva versión de El libro del desasosiego. No es una más de la obra maestra de Fernando Pessoa. La versión de Pre-Textos poco tiene que ver con las anteriores. Por primera vez se basa en una relectura de los textos originales; por primera vez siguen un orden cronológico. Además, la eliminación de textos que no eran de la obra y la unificación de fragmentos (de más de 700 a 450), consiguen El libro del desasosiego más diáfano de su sinuosa historia.
Aún hay caballeros que sueñan con el Santo Grial, alquimistas en busca de la fórmula del oro, bucaneros con una pata de palo y medio mapa del tesoro, pero solo los filólogos hallaron el suyo, un baúl con 30.000 papeles de escritura manuscrita o mecanografiada y sin apenas orden ni concierto. Pessoa (1888-1935) había dejado a su temprana muerte una herencia a la humanidad de incalculable valor, pues no se puede calcular lo que aún no se ha publicado. Y, 80 años después, en ese baúl siguen husmeando investigadores, editores, traductores y, por supuesto, apasionados lectores de un autor que añade a su obra desordenada, una personalidad tan misántropa como poliédrica.
Se tardaron 47 años en publicar El libro del desasosiego (1982), los mismos que vivió Pessoa, dato que le haría cavilar, dada su afición al esoterismo. La tardanza no fue a costa de la exactitud. La autoría del libro se adjudicó a uno de sus escritores en los que se desdoblaba -uno de los heterónimos, Bernardo Soares-. Pessoa seguía provocando el desconcierto.
Pese a la incomunicación entre el escritor portugués y la intelectualidad española, prácticamente al año siguiente ya había versión en castellano, gracias a la valentía de Ángel Crespo (Seix Barral). Fue la primera traducción no portuguesa; luego siguieron en España las de Perfecto Cuadrado (Acantilado) y Manuel Moya (Baile del Sol). La cuarta va firmada por Antonio Sáez Delgado.
“Pessoa es un constante work in progress, un proceso inagotable de creación y actualización de textos”, explica Sáez, profesor de traducción y literatura comparada en la Universidad de Évora desde 1995, y galardonado este mismo año con el prestigioso premio Eduardo Lourenço. “Es un libro construido con la acumulación de fragmentos y al que su autor nunca llegó a dar forma definitiva -aunque sí título y autoría, ambas cosas muy extrañas en su mundo-, con un ciclo de escritura muy amplio y que sigue de cerca la evolución estética y vital del autor real de la obra, Pessoa, y los autores ficticios por él creados, los semiheterónimos Vicente Guedes y Bernardo Soares”.
La revolución en la edición de El Libro del desasosiego no llega por vía de un portugués, sino de un colombiano, Jerónimo Pizarro, que, en 2010, establece una datación posible o aproximada de prácticamente todos los fragmentos que constituyen el libro. Viéndolas venir, Pizarro aclara que es luso-colombiano. “Mi mujer es portuguesa, estuve once años investigando a Pessoa en Portugal, lo sigo haciendo en Colombia, donde soy la representación del Instituto Camoes”.En 1986, António Quadros publicó en Portugal una nueva edición que dividió los fragmentos en dos grandes fases de escritura, una que comienza hacia 1913 y la segunda en torno a 1930. En 1991, Teresa Sobral Cunha entrega otra edición, con la misma idea: encuadrar la obra en dos grandes fases de escritura que corresponderían a los dos autores ficticios.
Pizarro se integró en el equipo de investigación que auspició en los 80 el Gobierno de Portugal para poner orden en ese baúl. El grupo dirigido por Ivo Castro, ha publicado varias ediciones críticas, pero más pensando en filólogos, que en lectores. Otro equipo, de la Universidad Nova de Lisboa, con Teresa Rita Lopes a la cabeza, eligió una variante más cercana al público. Si se quiere montar un buen lío, cree dos buenas comisiones trabajando en lo mismo.
“Esa edición crítica se centró en la poesía, porque en principio se redujo a Pessoa a poeta, quizás por el prejuicio de que la poesía es superior a la prosa. Se publicaron cinco tomos de la poesía que Pessoa dejó fechada, y se relegó el resto. Faltan otros cinco que no tienen fecha”.
Aunque Pizarro dejó el equipo de investigación oficial, fue autorizado por la Biblioteca Nacional para acceder a todos los papeles de Pessoa. “Me extendieron todos los documentos sobre las mesas, los manuscritos, los mecanografiados. Pude comparar tamaños de papel, colores de tintas, la cintas de las máquina de escribir…” Y, partiendo de cero, comenzó su ...Desasosiego.
El resultado es una obra más corta y dividida en dos fases de escritura: la centrada entre 1913 y 1920 cuyo primer autor ficcional sería Guedes, y una segunda entre 1929 y 1934, protagonizada por Soares. “La lectura es más clara. La primera parte tiene un estilo simbolista-decadente, más esteticista”, explica Pizarro. “La segunda parte es más sobria y similar al dietario, aunque siempre sobre la reflexión del tedio y la inacción, la perplejidad ante la condición humana, el escepticismo y el elemento de unión de Lisboa, clave de la atmósfera del libro. Pessoa es Lisboa”.
Sáez ha traducido la edición de Pizarro. “Existirán tantas ediciones como lectores tenga la obra”, escribe en el prólogo de la edición de Pre-Textos. “Su prosa, llena de tensiones lingüísticas, de extrañamientos y polisemias, se acerca con inusitada frecuencia a las características del lenguaje poético”.
La primera edición contaba con más de 700 fragmentos, pero ya Crespo, el primer traductor al español, varió el orden de algunos de ellos. “Es un libro maleable absolutamente por los profesionales del libro, pero también por sus lectores”, argumenta Sáez.
Sáez justifica la nueva traducción. “Yo soy partidario de revisar las de los clásicos, y también de los clásicos modernos, cada 25 o 30 años, para limpiar el lenguaje de polvo y barniz. También se ha adelgazado el libro. Hay menos fragmentos; algunos se han suprimido porque no formaban parte del libro y otros se han juntado. Un desafío fundamental para el traductor de esta obra es la oscuridad, el hermetismo. Lo que no puede el traductor es añadirle más oscuridad de la que le dio Pessoa, y en algunos fragmentos tal vez se había hecho. Hay que mantener la fidelidad a la oscuridad, pero no aumentarla”, razona Sáez.“Según la Universidad de Coimbra solo en Portugal existen 16 ediciones diferentes de la obra, a ellas se deben añadir las traducciones, diferentes más allá del año de publicación”, argumenta Pizarro. “Hay valores subjetivos del mismo traductor, que propone soluciones diferentes al texto, por lo cual se puede concebir que haya millones de Desasosiegos”.
“El ordenamiento cronológico”, añade el traductor, “nos informa del recorrido de su escritura; otros lo habían publicado con un orden temático o por fases, pero no cronológicamente. Así vemos que el libro evoluciona y el escritor también; lo que intentaba Pessoa en 1910 es radicalmente diferente a su estilo de escritura en los años 30”.
Pessoa no inventaba personajes, inventaba poetas, escritores completos. “Es un emblema de la modernidad”, dice Sáez. “Aún mucha de su obra está inédita y tardará años en publicarse, si es que alguna vez sucede. Es un autor sin obras completas; es la modernidad, tal vez líquida”.
Tanto el investigador Pizarro como el traductor Sáez coinciden en que la historia editorial de Pessoa es una metáfora de la misma sociedad portuguesa: “ese rigor extremo con el que se intenta hacer todo”, dice Sáez, “pero a la vez mezclado con la falta de recursos. “Y finalmente una desidia por cambiar o acabar las cosas”, añade Pizarro.
Pizarro da la versión de su cronología: “En los textos de la primera parte de El Libro del desasosiego, el que corresponde a 1913-1918, Pessoa nunca pone fechas. Es un diario simbolista, de paisajes, lagos, ninfas. En el segundo corpus, el que va de 1928 a 1934 todo está fechado. Es la parte centrada en la ciudad de Lisboa. La ciudad, su tiempo, su clima va absorbiendo todo el libro y se abandona absolutamente el simbolismo”.
“El gran cambio es la organización cronológica de los textos, pero también su selección. El Desasosiego era un libro muy impuro", añade el luso-colombiano. “Se habían incluido textos que no escribió Pessoa. Es un libro canonizado antes de tiempo, en términos filológicos, que tenía textos que no le pertenecen y en un orden póstumo subjetivo. Muchos fragmentos no eran del libro, las ediciones portugueses varían entre 400 fragmentos y 700. El lector español se va encontrar con la trayectoria diáfana de un work in progress tan decisivo como el de Joyce. Es una traducción que respeta las rarezas de la obra, con la que Pessoa soñó una lista denon-errata, para que no lo fueran a corregir".
Y de ese baúl siguen saliendo inéditos. Se acaban de publicar en Portugal las obras completas de su heterónimo Álvaro de Campos, uniendo poesía y prosa en un solo volumen. En España en los últimos meses Acantilado ha publicado Quaresma, descifrador, una recopilación de sus novelas policiacas, Funambulista ha preparado una breve antología del propio Libro del desasosiego, Gadir ha reeditado sus diarios escritos en inglés y Salto de Página ha hecho lo propio con el poema Antinoo mientras Abada publicaba el cuarto tomo de los poemas de Álvaro de Campos. “Siempre se ha dado una prevalencia a la poesía de Pessoa”, critica Pizarro. “cuando es un escritor muchísimo más amplio, que abarca el ensayo político, la filosofía, la psicología, el esoterismo, la astrología...durante décadas los investigadores se han centrado en su poesía. Redujeron los 30.000 folios escritos a los 4.000 de la poesía".
Poco a poco, dice Sáez, la imagen de Pessoa como poeta misántropo y ensimismado ha ido cediendo terreno a la imagen de un escritor curioso y preocupado por muchos de los acontecimientos sociales e históricos de su tiempo. “Pessoa es el mayor milagro de la literatura de los últimos 30 años. Murió bastante olvidado; los únicos que le publicaban eran sus amigos. Solo 50 años después de su muerte, sus restos fueron trasladados al monasterio de Los Jerónimos, reconocido por su propio país como se merece”, dice Sáez Delgado. “Yo le colocaría al lado de Borges como el mayor escritor del siglo XX”.
Libro del desasosiego. Fernando Pessoa. Edición de Jerónimo Pizarro. Traducción de Antonio Sáez Delgado. Pre-Textos. Valencia, 2014. 496 páginas. 27 euros.

Living with the Himalayan Masters