domingo, 16 de agosto de 2015

LECTURAS DE VERANO, PÍO BAROJA

Luis Antonio De Villena
25/07/2015

 



A Pío Baroja (1872-1956) hay que leerlo de todas las maneras. Era un gigante y un raro. ¿Qué más se puede decir de un gran escritor? Con fama de huraño y misántropo, don Pío conoció muy bien la bohemia de principios del siglo XX. Y él, médico que apenas ejerció, tuvo mucho de bohemio y de hombre de orden a la par. A don Pío sólo se lo empieza a entender si comprobamos que era un gran anarquista individual, amante de todas las libertades, pero que le gustaba la vida de orden. Él que retrataba mucho en sus novelas (siempre cautivadoras) vidas de aventureros y conspiradores, se mudó de un hotel en Roma porque aquella noche había habido una pelea… Fue muy amigo de Azorín y daban grandes paseos juntos por El Retiro madrileño  -Baroja vivía muy cerca- y dicen que se llevaban muy bien porque apenas hablaba ninguno. A don Pío no le gustaban los niños, tan latosos y ruidosos, y por ello los espantaba y por su tierra lo llamaban “el hombre malo de Itzea”, paseando con el ancho gabán desportillado, la boina y la mirada buida y perdida. Pío Baroja escribió tantísimo que no se puede leer todo, escribía voluntariamente desgalichado, en un estilo sin florituras, pero con tal poder de arrastre narrativo, que cuando se comienza no se puede dejar casi ninguno de sus libros. ¿Empezar por “Juventud, egolatría”, que son textos cortos, o por esa gran novela desengañada que es (1901) “Camino de perfección”? Dos excelentes opciones.
Don Pío huyó de la guerra civil pero volvió pronto al caer su querido París. No era hombre político (aunque también escribió de ese tema)  sino un ácrata pacífico, dueño de una panadería ilustre y fina en Madrid, “Viena-Capellanes”. Se puede leer “Las noches del Buen Retiro” (1934) donde ya con cierta distancia, don Pío recuerda el Madrid de principios del XX en aquellas noches de verano. Aunque quiso a Rubén Darío se diría que su genio no era nada poético, pero en 1944 publicó un libro de versos, adrede coloquiales y algo vulgares, “Canciones del suburbio”  que son una muestra algo tardía pero estupenda del feísmo modernista.  Juan Benet fue un gran admirador de don Pío ytambién dos grandes escritores norteamericanos, Hemingway y John Dos Passos. Este último lo recomendaba insistentemente y Hemingway acudió a verlo en el lecho final, donde Baroja luce su anticuado gorro de dormir. Murió con 83 años largos –viejo claramente para la época- y aunque seguía teniendo detractores, también por su misantropía y genio peculiar, todos terminamos sabiendo  que don Pío, solterón y probablemente misógino también, ha sido uno de los genios de nuestra literatura, desde “Vidas sombrías” (1900) sus primeros cuentos, hasta las finales y caudales memorias, “Desde la última vuelta del camino”.  Pero se pueden leer en estos ocios fértiles, textos tan diferentes como “César o nada” (1910) o “El Hotel del Cisne” (1946).  Hay tanto donde elegir que se torna difícil. Pero no hay lector verdadero que pueda desechar a don Pío: era un genio solitario y soturno, con leve vocecilla y un caudal narrativo dentro. Un escritor enorme, como sin darse cuenta.

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